Una de las actividades que hemos realizado en la asignatura de Psicosociología de las personas sordas y sordociegas, uno de los módulos del ciclo de interpretación de lengua de signos, ha sido la de hacer la prueba de ser sordos por un día. Este ejercicio lo realizamos a principio de curso, cuando aún no sabíamos tanto sobre la sordera y las personas sordas. Reproduzco aquí parte de mi resumen de la experiencia:
Mi día sordo empezó por la noche, justo antes de irme a dormir. Todo estaba muy tranquilo aunque, al levantarme a mitad noche, me di cuenta de que el hecho de no oír me asustaba. Con todo oscuro y sin oír nada, si hubiera un ladrón en casa, no me habría enterado.
Cuando desperté estaba sola. Mientras desayunaba curioseé por Twitter (y me lamenté de todos los enlaces a vídeos sin subtítulos, porque las «captions» de Youtube no suelen acertar). Cuando fui a salir de casa, vi algo raro en la entrada y, nuevamente, me asusté. Decidí volver atrás y descubrí que mi madre estaba en casa: había llegado mientras yo estaba arreglándome y saludó, pero, al ver que nadie contestaba, pensó ella también que estaba sola en casa.
Moraleja: para saludar a una persona sorda hace falta asegurarse de que te ve, por ejemplo, tocándole el hombro.
Para ir a la Escuela Oficial de Idiomas utilicé la bici y lo cierto es que circular por el río, completamente en silencio y en un día soleado fue un momento muy placentero. A veces el silencio es deseable. Me cancelaron la clase de árabe, toda una suerte, porque creo que no me hubiera enterado de nada.
En casa hace falta también prestar más atención al entorno de la que estamos acostumbrados a prestar porque mucha información nos llega a través del canal auditivo. Véase: ¿se ha cerrado bien la nevera?, ¿se está saliendo el agua del cazo? Justo ese día preparé cocido en una olla a presión y generalmente la indicación es bajar el fuego cuando pita. El único problema era que yo no oía nada (me puse tapones y cascos encima), así que tenía que levantarme a comprobar cómo iba cada pocos minutos.
Durante la comida puse la tele y la configuré para que mostrara los subtítulos para sordos del teletexto (888). Durante la emisión de Los Simpsons, los subtítulos estaban bien. Sin embargo, para poder enterarme de lo que sucedía debía mirar a la tele y no al plato, pues no tengo un campo visual muy desarrollado (como les sucede a las personas sordas). Una vez empezaron las noticias, se desató el caos. Los subtítulos los preparan con programas de reconocimiento de voz, lo que tiene dos consecuencias: que siempre hay una demora de varios segundos, por lo que a veces en pantalla ves una noticia y lees la información de la noticia anterior, y que, al no hacerlo una persona, hay muchos errores que producen malentendidos esperpénticos. Así pues, deduzco que lo más sencillo para una persona sorda es informarse a través del teletexto, internet o los diarios.
Por otro lado, mi hermano se dedicó durante la comida a reírse de mi situación, diciendo cosas en el volumen necesario para que no lo oyera y girándose de forma que fuera imposible para mí leerle los labios. Imagino que esto le ha pasado a toda persona sorda, al menos durante la infancia, y lo cierto es que resulta pesado e irritante.
Mi intención era probar un rato ir con tapones en clase. Sin embargo, cuando le conté a la profesora de interpretación por qué los llevaba, me animó a que continuara así toda la clase. Solo así sabría qué siente una persona sorda, y tenía razón, porque mi frustración fue aumentando según transcurría el tiempo. En clase me resultó complicadísimo leer los labios, porque es algo que nunca he hecho. Por otro lado, al estar sentados en U, el ángulo no siempre es el adecuado, así que, incluso aunque supiera leer los labios, me habría perdido información. Además, la lengua oral es mucho más rápida, las interrupciones son frecuentes y yo a veces tardaba en darme cuenta de quién estaba hablando en cada momento.
Moraleja: respetar los turnos de palabra y, si estamos en grupo, levantar la mano para que las personas sordas sepan quién está hablando.
En varias ocasiones mis compañeros se rieron y yo no entendí el motivo. Sonreí para salir del paso, pero lo cierto es que no comprendía nada de nada. Aunque suelo ser muy participativa en clase, ese día no me atreví a hablar mucho porque me daba miedo decir algo y que estuviera fuera de lugar o no tuviera sentido.
Por lo que respecta a mis compañeras, lo cierto es que me ayudaron mucho y me repetían lo que había dicho la profesora si era importante o me explicaban la siguiente actividad. Sin embargo, a veces, inconscientemente, alguna compañera se tapaba la boca con la mano, lo que hacía que me faltara información. Me supo mal interrumpir y señalarlo, así que me perdí esas intervenciones.
Además, ese día también tuvimos clase de lengua de signos, todo un alivio. Después de tres horas sin enterarme de casi nada, esta asignatura fue perfecta. La profesora siempre nos pide que no utilicemos la voz y, aunque resulta complicado, solemos hacerlo. Esto supuso que, por fin, pudiera dejar de hacer un sobresfuerzo que, a decir verdad, me estaba costando mucho hacer durante tanto tiempo seguido.
Más tarde me fui a bailar Bollywood. Como siempre llego con unos veinte minutos de retraso, al entrar me puse al final de la clase, con unas cinco filas de chicas por delante. Generalmente no llego a ver a la profesora, pero, si además añadimos que no oía bien (la música sí, porque estaba muy alta, pero las explicaciones no), esta vez fue aún más complicado seguir los pasos.
De vuelta a casa, con una amiga, iba contándole por qué llevaba tapones y cascos y eso hizo que se acordara de algo que me quería contar. Sin embargo, vistos los problemas que estaba teniendo para entenderla, decidió que mejor me los contaba otro día que la oyera bien. Ese comentario me hace pensar en toda la información que no se llega a compartir con las personas sordas porque «sería demasiado complicado de explicar». Si ni siquiera se intenta…
Durante la cena, con mis padres y mi hermano, todo fue mejor que durante la comida. Ellos hacían un esfuerzo por que les entendiera y además en la tele pusimos un programa con subtítulos. Mi madre luego, comentando la experiencia, sí me dijo que se había cansado bastante de tener que repetirme todo tantas veces y tener que asegurarse cada pocas palabras de que la estaba entendiendo.
Y es que la sordera no solo requiere un esfuerzo por parte de quien la tiene, sino también del entorno, teniendo paciencia y repitiendo y explicando cuando hace falta. Por mi parte, acabé el día con los ojos cansados y algo de dolor de cabeza por haber mantenido la concentración visual durante tanto tiempo activo.
Os animo a que hagáis la prueba y luego me contéis cómo os habéis sentido. Este experimento se ha llevado a cabo también en varios programas de televisión. A continuación os dejo los vídeos:
El primero es Capacitados, de la 2. Aquí tenéis el documental, en el que Ferrán Adrià, Marcos de Quinto (presidente de Coca-Cola España) y María Garaña (presidenta de Microsoft Ibérica) se «convierten» por un día en una persona sorda, ciega y en silla de ruedas, respectivamente.
El siguiente programa de Capacitados está dedicado exclusivamente a la sordera y, en él, es la cantante Lolita Flores la que se queda sorda por un día:
Y, por último, las cuatro partes de un reportaje realizado por una televisión peruana, en el que la periodista pasa cinco días viviendo con una familia mayoritariamente sorda y tratando de hacer gestiones burocráticas del día a día: La vida de un sordo, del programa 5x24.
Me ha encantado el post, voy presta a compartir!!! ;-) ME ENCANTA!
ResponderEliminarMuchísimas gracias :-) Yo estoy a la espera de que vuelvas a deleitarnos con tu blog también...
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