Páginas

viernes, 11 de octubre de 2013

La iconicidad en la lengua de signos

Antes de empezar con esta entrada, dejad que hagamos un pequeño experimento (pensado solo para gente que no sabe lengua de signos). ¿Me entendéis?





Seguro que sí, y la explicación es muy sencilla: la lengua de signos tiene un fuerte componente icónico.

Según la RAE, un icono es un signo que mantiene una relación de semejanza con el objeto representado (y, añado yo, por tanto resulta generalmente fácil de entender). Por ejemplo, casi cualquier persona, incluso los niños, entenderían la imagen de la derecha. Sin embargo, para entender los iconos, incluso los más sencillos, hace falta un cierto entrenamiento. Pensad, por ejemplo, en todas las señales de tráfico que tuvisteis que aprender para sacaros el carné del coche. Pero también daos cuenta de que, seguramente, alguien que ha vivido en una tribu perdida del desierto y no ha tenido contacto con otras culturas no entendería iconos como el de reciclaje de las botellas de plástico o los muñequitos que nos indican si el baño es para hombres o mujeres porque quizá allí todos lleven chilabas y no pantalones los hombres y falda las mujeres.


Todas las lenguas son icónicas hasta cierto punto. Pero, ¿acaso la palabra «gato» nos recuerda al animal, ya sea por su forma, olor o movimiento? Por supuesto que no. Por otro lado, no es casualidad que un gato maúlle casi de la misma manera en muchos idiomas: «miau» en español y alemán, «meow» en inglés y sirio, «miaou» en francés, «miaaaw» en árabe y «miou» en taiwanés. Se trata de onomatopeyas, las palabras icónicas de las lenguas orales. Y, sin embargo, hasta las onomatopeyas pueden ser arbitrarias, porque no me digáis que el maullido de un gato suena «nyah», como se representa en China, o el sonido de un beso suena «Schmatz», como aseguraba un amigo mío alemán. [Podéis ver más ejemplos de sonidos de animales aquí].

Algo parecido sucede con las lenguas de signos. En muchas de ellas se utiliza el mismo signo para «casa» o «comer» y, si no, seguramente te entiendan, aunque en Japón, por ejemplo, el signo de comer se haga como si comieras con palillos y no con la mano. No obstante, hay muchos otros signos que son arbitrarios, es decir, que no guardan relación con el objeto que designan. Y es que, si todos los signos fueran icónicos, todos los usuarios de lenguas de signos del mundo se entenderían sin problemas inmediatamente (y, aunque en parte se entienden, no podemos obviar que son idiomas distintos). ¿O cómo expresaríais vosotros conceptos como «arbitrariedad», «suerte» o «estatus» con las manos? La iconicidad no siempre es posible.



Por otro lado, si lo fuera, cualquier persona, signante o no, podría entender la lengua de signos, pero no se da el caso. La LS es una lengua más y para aprenderla hay que dedicar tiempo y esfuerzo. Por mucho que algunos signos sean icónicos, eso no significa que vayamos a poder seguir una conversación. Pensad, si habéis aprendido otros idiomas, en lo frustrados que os sentíais cuando solo entendíais una de cada veinte palabras, porque no os era posible intuir siquiera de qué se estaba hablando. Es decir, la lengua de signos es en parte icónica, pero no transparente.

Tras esta pequeña introducción, vamos a entrar en materia, poniendo ejemplos concretos de signos icónicos. La lengua de signos tiene cinco parámetros que sirven para diferenciar entre sí los signos (si queréis saber más al respecto, en este artículo lo explican con más detalle):
  • la configuración o forma de la mano, 
  • el lugar de articulación (dónde lo hacemos, a la altura del pecho, por la cabeza, etc.), 
  • el movimiento de la mano (recto, circular, repetitivo, etc.), 
  • la dirección, 
  • la orientación (palma arriba o abajo, por ejemplo) y
  • la expresión facial (cejas arriba para preguntas directas, hacia abajo para las abiertas, a veces sirve para diferenciar dos signos, como «dolor» y «dulce»).
Signos como «árbol», «tortuga» o «delfín» son icónicos en todos sus parámetros y por eso resulta tan sencillo entenderlos. Además, hay otro tipo de signos cuyo parámetro de localización es icónico: resulta obvio que «comer» se articule cerca de la boca, «pensar» por la cabeza y «sentir» por el corazón. Algunos signos imitan la forma del objeto que designan, como sucede con «casa» (por el tejado), «mundo» (una esfera) o «botella», y otros representan un movimiento que nos hace entender a qué se refieren, como «llave», «esculpir» o «radio» (por cómo se manipula(ba) la rueda para sintonizar la emisora).




Por otro lado, algunos signos están muy relacionados con cómo escribimos las palabras. Por ejemplo, «repetir» utiliza la configuración de la erre y «teoría» la de la te. El signo «nunca» proviene del dactilológico y se hace así: N-U-N; mientras que el signo «sol» proviene del deletro de la palabra, aunque con el movimiento acelerado y simplificado. Algunos símbolos matemáticos se representan de la forma más visual posible: «más» es un +, «menos» un - y «porcentaje», un %.




Así pues, es muy probable que aprendamos un signo icónico y que, hasta un tiempo después, no seamos conscientes de ello. Esto me sucedió a mí con «nunca», por ejemplo, pero también podría sucederle a un niño pequeño que sabe cuál es el signo de leche, aunque ni siquiera es consciente aún de que el signo representa cómo se ordeña a una vaca para conseguirla. Más adelante, en otra entrada, me gustaría hablar sobre la etimología de algunos signos, porque en ocasiones es algo curioso que, por no conocer la historia o evolución del signo, no sabemos reconocer a primera vista.

 ¿No os dan ganas de aprender lengua de signos?


Bibliografía:

6 comentarios: